viernes, 21 de mayo de 2010

Open Estudio EL Apartamento


Aunque obviados durante mucho tiempo en el análisis crítico; los planos, las maquetas y los mapas suponen hoy representaciones de la realidad territorial cuestionables en tanto que autoridades socio-demográficas y/o geográficas. Las bases de estos cuestionamientos implican someter a éstos a la deconstrucción de sus propias formulaciones e insertarlos en un enfoque que permita visibilizar las relaciones entre poder y conocimiento. En este sentido, muchos planos nunca nos han contado lo que hay, sino lo que a los grupos de poder les gustaría que hubiera y éstos, finalmente, han pasado a formar parte (hasta ahora) de una incuestionable forma de representar el territorio.

La ciudad moderna se basó en dos coordenadas clave de la historia europea de los últimos dos siglos: por un lado, el ascenso de la clase burguesa, conformando una nueva elite de poder y, por otro, un proceso imparable de industrialización. En medio de estas dos coordenadas y desequilibrando la balanza desde el mundo rural hacia el urbano: un ejercito de obreros, desviados sexuales, inmigrantes, ancianos y jóvenes fueron encasillados por los trazados topográficos que la “realidad” del plano les imponía a la “realidad” territorial.

Sin embargo, nunca se produjeron mapas que representaran los juegos de poder que incidían en el territorio, nunca hubo un meta-mapa, sino estipulaciones lineales y estáticas a vista de pájaro. La realidad es siempre más compleja; y esta nueva apuesta, aunque siempre libre a las interpretaciones, supone una manera de visibilizar una parte que los planos siempre nos han ocultado.

Es por eso que un plano-crítico debería comportar una impugnación a la esencia unidimensional de lo que han sido los planos tradicionales, y así, proponer otra manera de imaginar mapas y de imaginar el territorio.





















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